Siempre que platico con personas acerca de música o literatura soy considerado, en una primera instancia, una persona cerrada y prejuiciosa. No lo niego, pero creo que sería prudente hacer una apología, no socrática pero sí apología, sobre mis razones para poder tener ciertos criterios al momento de aproximarme a cualquiera de las dos artes que más disfruto (la literatura y la creación musical).
Cuando era niño tenía, como todo muchachito pueril y baboso, preferencia por literatura de escaso valor técnico y por música que simplemente no sabría como llamar. Nunca he considerado que haya caído en pecados capitales, léase consumir Bestsellers y llamarlos "obras de arte" o escuchar happy punk y decir que tienen más mérito técnico que un jazzista, pero ciertamente mis gustos han ido evolucionando, mas no refinando, considero que hablar de un refinamiento ya implica cierta dosis de estupidez y snobismo en nuestra apreciación personal al considerarnos más "finos" por consumir cierto tipo de cosas, para poder apreciar las cosas más allá del simple deleite. Recuerdo que hace unos años pensaba en una metáfora para explicar este punto: Cuando una persona no conoce absolutamente nada sobre vinos, cualquier botella (o incluso garrafa) será lo suficientemente buena como para considerarla óptima para el paladar, y así podría ir uno por la vida pensando que cualquier sabor es igual sin contraste entre la cepa o el lugar de origen de la botella consumida. Sin embargo, cuando comienzan a notarse las sutilezas en la prueba, justo en ese momento es cuando podrá comenzarse a hacer una crítica mucho más audaz y argumentativa para, de esa manera, al encontrar una botella de buena cosecha, con una combinación de uvas perfectamente equilibrada, y demás condiciones que permiten que un vino sea considerado excelente, ya no será apreciado solamente por su exorbitante precio o la crítica que los demás han hecho de él sino que, ahora, podrá saborearse un universo exquisito de toques delicados y diferenciadores que sin el previo adiestramiento del paladar nunca se hubiera logrado alcanzar. Este aparente desequilibrado ejemplo simplemente quiere poner de manifiesto la necesidad de conocer para apreciar. Los mayores placeres de la vida normalmente implican un esfuerzo de nuestra parte y aún y cuando yo me considero partidario de pensar que éstos se encuentran en los más comunes detalles, también es cierto que no podemos pensar que lo más hermoso será apreciado de tal manera si antes no tenemos un rango para compararlo.
Y justamente en ese punto estaba pensando cuando me referí a que no es un refinamiento cuando los gustos de una persona se vuelven más selectivos, realmente siento que el mismo gusto que tenía cuando niño es el que ahora tengo cuando leo un libro o escucho una sinfonía, la gran diferencia es que mi rango de comparación se ha vuelto grande como para poder discernir entre lo sublime y lo pedestre. Y con ello no quiero decir que soy el juez de lo bien hecho y lo mal hecho, todo lo contrario; discernir entre aquéllo que está elaborado con facilidad y pensado para que las personas con el mínimo conocimiento técnico y con la menor sensibilidad pueda apreciarlo y aquéllo que el autor elabora para poder externar sus sentimientos de manera hermosa y, así, poder compartir la voluptuosidad de su visión de vida a través de una obra de arte es simplemente el punto de partida para acercarnos a lo más hermoso que existe en este mundo. Mi aproximación a la música clásica es reciente, puedo decir que en comparación a muchas personas que conozco, desgraciadamente pocas en persona, soy un neófito intentando adiestrar el oído a diferenciar interpretaciones y visiones. En la literatura tengo más tiempo y, aún así, puedo afirmar que tendría que releer cada semana todo lo que he leído en mi vida para poder ir agregando cada conocimiento nuevo que obtengo de mis maestros y, muchas veces, de personas con las que converso, a mi visión literaria y así poder encontrar más detalles que, tal vez, en el momento en que leí la obra no pude apreciar. Ha pasado ya tiempo desde que Stephen King y la Guía para la Vida de Bart Simpson dejaron de ser mis objetos de culto literarios, ya van años desde que mi conocimiento musical pasó de los Backstreet Boys y Lenny Kravitz, pero no seré como aquellas personas que dicen: -Ah, esas porquerías me gustaban porque era un niño idiota pero ahora soy lo máximo y puedo decir que lo detesto-, ciertamente puedo disfrutar aún leyendo a King o escuchando un solo de guitarra de Kravitz, pero la gran diferencia es mi apreciación hacia ello. Mi deleite no me hace pensar que es un manjar, así como reconozco que no es lo mismo tomar una Coca Cola a una botella de Pinot Noir del Rioja cosecha 1998, no es lo mismo, pero disfruto de ambas bebidas. Y creo que eso es algo que deberíamos comenzar a notar, está bien consumir Harry Potter, Crepúsculo, y demás libros que seguramente están siendo escritos al mismo tiempo que yo tecleo estas palabras y que dentro de unos años serán los nuevos fenómenos literarios y fuente de ingresos estilo Santo Grial para las editoriales. Está bien, es agradable consumirlo, así como es agradable escuchar a Avril Lavigne o a Katy Perry (personalmente me permito escucharlas de vez en cuando con un gusto enorme) pero debemos saber que no es un manjar, que hay deleites que sólo pueden alcanzarse más allá de una apreciación primera que nos indique que es lo mejor que podamos llegar a apreciar en nuestra vida. Para mí, y esto es una visión personal, me ha llenado los ojos de lágrimas escuchar La Mer de Debussy mientras imagino un mar sentimental y retrato la visión de un francés en la montaña componiendo dicha obra, me he sorprendido leyendo a Homero y darme cuenta que desde hace ya muchos siglos existían personas que podían retratar su realidad con tanta belleza, y así podría seguir citando ejemplos pero ya me alargué mucho. Ojalá cada vez más podemos llegar a apreciar la sutileza de lo sublime y lo importante que puede llegar a ser nuestro juicio.
sábado, 28 de febrero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
4 comentarios:
Pues que puedo decir al respecto, mi espectro musical ni es tan amplio ni mi delite por la creación de música me es imprescindible y las comparaciones que haría serían entre músicos totalmente contemporáneos y de géneros totalmente distintos a los escuchados por el autor del blog. Ahora bien,el punto aquí sería si lo único digno de un manjar o ambrosía tiene que ver con el añejamiento y el tipo de uva...porque de ser así, donde dejamos lo creado estos últimos años. Pues si bien es cierto, no podemos alabar libros y música comercializada, por no decir prostituida, tampoco podemos rechazar que hay cosas que valen la pena...y que se desecha por simple eliminación de elección de uvas y tiempo de conservación. Estoy completamente de acuerdo con lo demás, hay que separar un buen vino de uno de mesa, pero hasta que punto queda en la subjetividad y juicios de valor, encontrar ese "buen vino". Puede ser que nos estemos llendo al carajo como sociedad y no tengamos más Mozarts, Beethovens u Homeros, pero hasta que punto quedarnos en el pasado y criticar todo lo que tenga que ver con lo diferente a ello, es algo válido y contundente (sin llegar a extremos de defender lo que es realmente una porquería de obra literal y musical). Fuera de mis dudas, tal vez estúpidas, el artículo me pareció bastante concreto y razonado, felicitaciones!
Agradezco el comentario y concuerdo por completo, el tiempo de un autor no confirma su validez ni mucho menos su genialidad, en estos tiempos hay muchos individuos que considero geniales, lo difícil de juzgar es la poca relevancia y eco que tienen en la sociedad actual, creo que eso es lo realmente preocupante. Saludos
Nunca me había puesto a pensar detenidamente en esa metáfora, es tan cierto que realmente no dejan de gustarnos (por lo menos, no a ti ni a mi) cosas que nos hacían felices cuando teníamos aproximadamente 13 años, simplemente sucede que vas conociendo más cosas y tu parámetro de comparación es cada vez mas grande y si antes para alguien el libro de "Harry Potter" era (cualitativamente) un diez, al leer "El Anticristo" se dará cuenta que este nuevo libro se merece una calificación mas alta que el libro anterior.
Desafortunadamente, basándome en lo que dices, creo que el problema no reside en "calificar" mal a ciertos libros best-sellers, sino que el humano ha dejado a un lado su ímpetu de curiosear en los estantes mas recónditos de las librerías y se conforman con la sección de "los 10 más vendidos". Al igual que prefieren sintonizar la estación "de moda" en lugar de cultivarse con música que prevaleció por muchos años catalogándose como "obras maestras". Y es tan simple el ejemplo, las tiendas de discos están siempre abarrotadas por entes en la zona de los "10 estrenos" que en la zona donde se encuentran los clásicos.
Sin duda, me atrevo a decir que tanto me entretienen aquellos libros del mago inglés como otros de mis libros que he llegado a catalogar dentro de mis favoritos, sin embargo, reconozco que no hay un sólo punto de comparación entre Nietzsche u Orwell y aquella escritora infantil.
Plausible y loable reflexión en cuanto los placeres se refiere, es preciso tener presente a cada momento este tipo de pensamientos y acciones, es importante el disfrutar de lo más trivial en su momento justo y de lo más exquisito en los momentos de lujo; ya que no siempre el consumo de un producto, la vivencia de un memento o la atención a una buena melodía indicará que el momento debe de ser bueno,no! y por ello existen las circunstancias, circunstancias formadas de hechos, tiempos lugares y personas que conforman la inmensidad que llamamos vida, de ahí la importancia de saber disfrutar pero también de diferenciar entre lo bacanal y lo espiritual. Mantén ese espíritu y saborearás los variados e inestables de la vida, pero que al final siguen siendo los componentes de un gran festín
Publicar un comentario