jueves, 12 de febrero de 2009

Salve Carlus Darwinus Rex Scientificorum (a través de una anécdota de Mendel jeje)

A pesar de que la mayoría de los detalles de mi vida son desconocidos, incluso, para las personas que más trato tienen conmigo, una de las fascetas que más se esconde de mi pasado y que incluso contadísimos, diría, más bien, que nadie con quien aún tenga una relación cercana puede jactarse de saberlo, ya que el olvido ha entrado en funciones a mi corta edad y hace que los detalles de mi niñez ya no sean mencionados dado que han pasado a ser anécdotas que pocas veces se hacen presentes, es que en algún momento de mi paso por la educación primaria tuve una obsesión por la biología. Suena extraño o incluso triste, sí, como muchas otras cosas, pero recuerdo perfectamente que cuando era niño me fascinaba hablar sobre los científicos, enfocados especialmente en biología y ciencias genómicas, y que en cuanto conocí a dos personas me resultaron totalmente maravillosas. Anton von Leewenhoek (espero escribirlo bien ya que no suelo googlear los detalles que no recuerdo para ser más eficaz en mis posts, ahí recide el hecho de que varias veces se puedan encontrar errores en la relación de datos jeje) el llamado padre de los microscopios, era un muchacho hijo de talladores de vidrios para reloj entonces se aficionó porque seguramente su vida era muy aburrida, y el otro, destacado en mi panteón de ídolos juveniles, fue el muchachón llamado Gregor Johann Mendel, mi máximo ejemplo a seguir. Mendel era un monjecillo bastante ocioso que a falta de mayor devoción y al haber leído la mayoría de los libros de su monasterio, imaginemos que al señor le gustaba leer mucho suponiendo que terminas con el acervo de unos monjes ladrones que tienen miles de incunables, decidió ponerse a analizar los chícaros (sic) que se encontraban en el jardín del lugar. Pasaron años y a Mendel se le ocurrió empezar a cruzar diferentes clases de chícharos, para mí todos son iguales pero bueno, sí, hay diferentes clases, para ver como iba cambiando conforme las cruzas se volvían más y más locas. Sus estudios generaron una completísima observación sobre las leyes de la herencia que podían tomarse para casi cualquier organismo, pero pues era un monje que no iba, por supuesto, a publicar sus estudios ni nada por el estilo, así que al morir toda esa información se perdió durante mucho tiempo hasta que unos muchachos científicos empezaron a estudiar más "científicamente" la genética y justo antes de llegar a conclusiones dieron, según recuerdo la historia aunque por supuesto no soy muy fiable, con los documentos de Mendel dándose cuenta de que todos sus estudios y más ya habían sido descifrados por un monje décadas antes. Pues bueno, para no hacer el cuento largo ahora se le considera El Padre de la Genética (sí, con mayúsculas) y sus estudios siguen vigentes aún como base de los estudios y avances genómicos y genéticos. Sí, un monje jardinero ocioso. No sé si yo era un ser extraño pero esa historia me apasionó tanto que incluso comencé a comprar muchos libros de Mendel y demás cosas raras para un muchacho inverbe de mi edad. Pero bueno, la fiebre por Mendel (¡Viva!) en cierto momento me llevó al padre, ya no sólo de la genética, sino de LA BIOLOGÍA. El seleccionador natural Charles Darwin quien el día de hoy cumple 200 años de su nacimiento. Hablé tanto sobre Mendel para ejemplificar como una persona insignificante puede lograr tanto cuando tiene astucia, inteligencia y piensa en asuntos y detalles aparentemente inútiles que puedan ilustrar puntos que nos habían pasado desapercibidos. Como Mendel, Darwin tomó unas islillas abandonadas y casi vírgenes para usarlas como fuente de su investigación y para poder hacer comparaciones entre las especies de manera que, poco a poco, fue dándole forma a una teoría que, si aún no es totalmente aceptada, imaginen la reacción que tuvo la gente de su tiempo al escucharla. Selección natural, evolución, adaptación, circunstancias locales que condicionan a una especie a cambiar a desaparecer son unos de los cuantos temas que ahora son considerados indiscutibles pero que antes de Darwin nadie había podido plantear de manera tan extraordinaria como lo hizo éste en "El Origen de las Especies" (libro odiado por la mayoría de los que se vieron obligados a leerlo en secundaria pero que, sugiero, puedan darle una hojeada ahora que sus mentes son más, aparentemente, maduras para poder darse cuenta que realmente puede ser delicioso leer lo que escribió un viejito barbudo y gruñón). Hoy se celebran 200 años de un hombre que, si no me equivoco, está en el infierno dado que sigue en la lista de excomulgados por la iglesia católica como Papini, Hobbes y muchos más.
Gracias Charles por todo lo que nos legaste, por el conocimiento y el ímpetu de búsqueda de algo nuevo, si bien te tenía mucho más presente cuando era joven, también es cierto que siempre que leo algo sobre tí lo hago con una sonrisa, espero que el infierno no sea muy caliente, pero creo que puedes sentirte satisfecho por la repercusión que has logrado con tus palabras, de nuevo, infinitas gracias.

1 comentarios:

Mister Lombreeze dijo...

Amén hermano, amén, qué post más bueno.

Un señor que mira pinzones y acaba formulando una teoría que dice que el hombre y el mono tuvieron un antepasado común, es un tío grande, sin duda.

Dios le castigó matándole a su hijita pequeña y postrándole en su casa durante muchos años con una terrible enfermedad. Pero Darwin no se vino abajo y casi nos demostró que Dios no existe.

 


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