sábado, 4 de julio de 2009

La Muerte: "Esa cosa" que a nadie resulta indiferente

Después de muchísimo tiempo de no escribir aquí, lo utilizo como distracción en momentos de ocio y dado que éstos no habían sido muy frecuentes y en caso de que hubiera uno, el sentimiento de compromiso por no estar haciendo algo útil simplemente no me permitía redactar nada, he decidido que era buen momento de hacerlo. Lo extraño es que me proponía escribir sobre algo totalmente distinto de lo que estoy hablando ahora, sin embargo, visitando los blogs que frecuento me encontré con la desagradable noticia de que una persona de un blog muy importante había muerto. Esto tiene antecedentes. Hasta hace relativamente poco tiempo, cuando entraba a internet era a hacer lo que la mayoría de la gente hace; messenger, facebook, checar mis mails, vagar un rato en páginas basura y apagar mi computadora. En alguna ocasión había comprado un disco, el Kindertötenlieder de Gustav Mahler, y la voz del intérprete y la profundidad de las palabras que utilizaban en éste, la letra fue escrita por un individuo cuyos hijos habían muerto y la única manera en la que pudo sacar un poco de su dolor fue redactando los poemas que he mencionado, posteriormente Mahler los tomó para elaborar sus canciones bajo estos poemas, desgraciadamente el destino es miserable y sumamente extraño y provocó que los hijos de Mahler tuvieran el mismo destino, muchas personas piensan que el austriaco compuso sus lieder cuando ya habían fallecido sus hijos pero no es así, fue más bien una premonición macabra e, incluso, Mahler llegó a mencionar que, después de que murieron sus vástagos, nunca más pudo volver a interpretar ni escuchar los Kindertötenlieder. Después de esta breve explicación, es obvio que la historia del creador de la música y de la letra me dejaron sumamente impactados, decidí buscar un poco más sobre dicho compositor del cual no sabía absolutamente nada. Me metí a muchos buscadores y, de repente, en un golpe de suerte, me topé con una página excepcional. Recuerdo que lo primero que veía al abrirla fue "Mahlerteca: Grabaciones de Gustav Mahler", descargué una con Claudio Abbado que era ampliamente recomendada por el editor del blog, pensé que iba a ser un sampler o algo extraño pero no, venía en formato .rar y al descomprimirla mi sorpresa fue mayúscula al escuchar la 2a Sinfonía de Mahler completa, en un audio extraordinario y que había obtenido completamente gratis. Después me puse a leer lo que decía el blog, cito:

"A LOS LECTORES Y VISITAS

Sé tolerante y no tan exigente con lo que obtienes de este Blog. Recuerda que todo lo que se te ofrece es GRATIS."

Así comencé a darme cuenta que existía una red impresionante de personas dedicadas a compartir la música clásica a través de la red, no en un intento de piratería, simplemente compartiendo grabaciones que eran muy difíciles de conseguir o que, en su defecto, eran de un precio simplemente impagable. Ahora conozco más de 10 páginas de donde he conseguido verdaderos tesoros, las visito normalmente y nunca falta el día en donde encuentro cosas que me dejan cada vez más sorprendidos, desde Carmen con Leontyne Price hasta las Sonatas para piano de Beethoven con Arrau. Sin embargo, todo comenzó con ese blog, el blog del Cuervo López. Un hombre que no conocí en persona nunca, es argentino y creo que era extremadamente difícil, nunca supe nada de su vida y ni siquiera tengo detalle sobre nada que tenga que ver con algún aspecto personal, sin embargo, pude conocer un poco de el Cuervo a través de su página. Era evidentemente una persona que le gustaba compartir la cultura, con puntos de vista un tanto extremistas pero que defendía ante quién se le pusiera enfrente, alguien que quería hacer que todos pudieran tener un poco de lo que él disfrutaba en la vida, en resumen, una persona de esas que ya no hay en este mundo, que en lugar de ver la cultura que tienen como un tesoro a proteger lo tomaban como un obsequio hermoso para regalar. No opinaba igual que él en muchos sentidos y en muchos otros me sentía plenamente identificado, él nunca supo quién era yo pero algo sí puedo decir, a pesar de que sólo lo conocí a través de las palabras que leía yo a través de mi pantalla venidas de su columna sí puedo afirmar algo, lo voy a extrañar. Porque es increíble como una persona que no tenía porque hacerlo decidía compartir tantos y tantos tesoros a través de su página poniéndole dedicación y esfuerzo que se notaba en publicaciones diarias, muchas veces podía llegar a postear hasta 3 artículos en un día, y la mayor recompensa que tuvo fue que creó una pequeña comunidad de gente que comentaba, a veces debatía, casi siempre agradecía y que nos llevamos un recuerdo y un buen sabor de boca de alguien que dio mucho a los que nos encontramos con ganas de "algo más...". Mi encuentro con El Cuervo comenzó con el Kindertötenlieder y termina con La Isla de La Muerte de Rachmaninov que es la obra que uno de sus colaboradores puso como homenaje en su página. Gracias Cuervo por todo lo compartido, por tu conocimiento, por tu música y por tu espíritu de compartir, sé que desde algún lugar estás leyendo lo que escribo y solamente tengo eso para decir, una y mil veces GRACIAS. (Cualquiera que quiera visitar y conocer lo que hizo el Cuervo aquí dejo el link www.elcuervolopez.blogspot.com)

lunes, 16 de marzo de 2009

Omnia Vincit Amor

La dificultad de percibir y entender los sentimientos. Al no estar basados en palabras, nos confunden, es un lenguaje que no comprendemos pero que sí sentimos, y muchas veces, a pesar de poder ponerlo en palabras, un fenómeno sentimental puede ser mejor comprendido que un texto mil veces leído. Porque somos seres sensibles, somos animales racionales, sí, pero también víctimas de algo que, siempre, termina siendo más grande que esa Señora Razón, El Amor.
La frase "El amor rige al mundo" tiene razón en cada palabra a pesar de que no necesariamente lo podamos entender de la manera en que nos intenta aclarar su propia significación.
Cada acción que hacemos siempre tiene por objeto conseguir algo, y eso es algo que podría parecer debatible pero ante una mirada mucho más incisiva el lector podrá darse cuenta de que no hay punto de discusión. Amor al dinero, al poder, a mi mísmo, a una mujer, a la historia, a la destrucción, al nihilismo, en fin.... el amor puede, a pesar de tener un estigma positivo, ser la cosa más maravillosa del mundo o el mayor destructor de la propia humanidad. El amor todo lo vence, decía un autor latino que, a mi juicio, tenía bien pensada la connotación de dicha sentencia en cada punto en que pudiera aplicarse. El amor puede vencer enfermedades pero también sanaciones, puede unir familias pero también destruirlas, puede causar vida pero también suicidio, puede hacer tantas cosas menos una en particular, darnos a entender su origen. Las personas van por la vida, en el caso de un amor de pareja, pensando que su hombre o mujer ideal debería tener cuales y tales características y, de momento, pueden encontrarse a una persona totalmente diferente a lo que creían y enamorarse perdidamente. Y, ahí entra la flaqueza del amor como entidad única, eso no hará que dichas personas vivan felices para siempre, el amor las unió pero el amor cambia, no se mantiene y no nos deja para siempre embobados viendo al otro como un reflejo de mis virtudes y como alguien que casi despide un aura divina por lo maravilloso que es. El amor debe entenderse, procurarse, observar que es lo que la otra persona tiene que la hace depositaria de tu amor, porque entregar un tesoro de dichas características a cualquiera es tan nefasto como andar por la calle regalando armas a asesinos seriales. El amor puede infundirse, pero también debe creerse, la manera en que el mundo se ha ido transtornando es gracias al amor, un amor mal enfocado. Los tiranos toman el poder por su amor a éste, los extorsionadores aman el dinero, los más crueles asesinos amaban el hedonismo sobre todas las cosas, y así podría continuar con casi todo el género humano.
Sin embargo, la cuestión es ésta. Amar debe ser gratuito pero también pensado, debe tener como fin la satisfacción personal pero, también, que esa satisfacción sea la misma para el objeto amado. Debe ser grande y extenderse hacia el mundo con la única distinción de saber que ese amor nunca debe esperarse a cambio. El amor debe sentirse sin explicarse pero tampoco debe ser injusto, porque cuando amas a alguien que no lo merece, ese amor se vuelve en tu contra como el más cruel castigo, y eso no puede controlarse, pero puede aprenderse de ello. Y cuando uno llegue al punto en que, después de muchos años, se da cuenta que el objeto amado nos hizo crecer y, de nuevo, con ello creció todo aquél que tuvo acceso a él, es entonces cuando el amor cumple su objetivo, divinizarnos, sublimarnos, hacernos sentir lo que nunca hubieramos podido lograr por ningún otro medio, en pocas palabras, hacernos felices.

domingo, 8 de marzo de 2009

Sobre Bach, Beethoven y otras cosas bien ociosas...

¡¡¡Me gusta mucho Bach!!! Verdaderamente es maravilloso escuchar la obra de un compositor sonando igual de bien interpretada en clavecín, como debe de ser, o en piano, como no debe de ser, en manos de un pianista tan romántico y diferente como es Glenn Gould. Me refiero en específico a las variaciones Goldberg que han acaparado mi mente durante ya más de un mes. Me resulta incomprensible un genio como Bach. Hay pocas personas que me hacen sentir tan ínfimo, sé que al final de cuentas todos somos seres humanos pero al ver seres así me da simplemente pena seguir viviendo sin tener por ofrecer ni la mitad de lo que su genialidad pudo haber hecho. El muchacho Ludwig van es también un caso aparte, escuchar las sonatas para piano es una experiencia contrastante entre una y otra, y mucho más contrastante es escuchar interpretaciones que nos hacen notar los pequeños detalles que cada pianista puede observar en una misma partitura. Siempre he sido un partidario de Claudio Arrau, el hombre es la lentitud hecha pianista pero siempre que lo escucho me permite darme cuenta de sonidos que, debido a la velocidad acostumbrada de un pianista "común", jamás hubiera podido identificar, digamos que el muchacho le saca jugo a las partituras. Kempff es el intérprete por excelencia de Beethoven, su ciclo de las sonatas es obviamente el más reconocido y, dicen, es el que más ha llegado a compenetrarse con la obra pianística de Beethoven de la misma manera que lo afirman muchos, yo lo comparto de cierta manera, con Arthur Rubinstein interpretando a Chopin. Pero, como siempre, todo se limita a gustos y, en lo personal, las sonatas que simplemente pueden compenetrarse con mi manera de sentir a Beethoven, es un compositor que permite muchas opiniones sobre su manera de tocar e, incluso, de llevar su vida. De hecho, yo lo conocí precisamente interpretando a Beethoven en el paquete que Brilliant Classics recopiló con las sonatas completas para piano. Como era el único que podía comprar, los demás paquetes completos con Brendel, Arrau o Kempff me obligaban a vender un riñon en el mercado negro para poder pagarlos, decidí hacerlo ya que la mayoría de las sonatas no se pueden conseguir por separado, especialmente Hammerklavier que nunca había podido conseguirla suelta y ahora es una de mis favoritas. Así pues, me llevé la sorpresa de mi vida al escuchar un interpretación sensacional en manos de un viejito gordito con cara de burlón llamado Friedrich Gulda. Recuerdo que por aquella fecha había visto en muchos anaqueles un reciente estreno de Deutsche Grammophone en donde el disco consistía en él tocando a Bach. A veces cuando uno piensa que lo ha escuchado todo se da cuenta de que simplemente es un neófito que va por la vida intentando que, al morir, haya podido escuchar, ver, oler, sentir y leer, aunque sea una vez, las cosas que pueden conmovernos y hacernos sentir afortunados por poder tener acceso a ello. Sé que seguiré descubriendo autores, compositores, intérpretes, pintores, escultores y demás artistas que mi irán sorprendiendo y se unirán a mi lista de gente a quien veo con devoción, espero simplemente que el destino y las circunstancias me permitan que sea la mayor cantidad posible.

sábado, 28 de febrero de 2009

Hay diferencia entre el queso brie y el amarillo

Siempre que platico con personas acerca de música o literatura soy considerado, en una primera instancia, una persona cerrada y prejuiciosa. No lo niego, pero creo que sería prudente hacer una apología, no socrática pero sí apología, sobre mis razones para poder tener ciertos criterios al momento de aproximarme a cualquiera de las dos artes que más disfruto (la literatura y la creación musical).
Cuando era niño tenía, como todo muchachito pueril y baboso, preferencia por literatura de escaso valor técnico y por música que simplemente no sabría como llamar. Nunca he considerado que haya caído en pecados capitales, léase consumir Bestsellers y llamarlos "obras de arte" o escuchar happy punk y decir que tienen más mérito técnico que un jazzista, pero ciertamente mis gustos han ido evolucionando, mas no refinando, considero que hablar de un refinamiento ya implica cierta dosis de estupidez y snobismo en nuestra apreciación personal al considerarnos más "finos" por consumir cierto tipo de cosas, para poder apreciar las cosas más allá del simple deleite. Recuerdo que hace unos años pensaba en una metáfora para explicar este punto: Cuando una persona no conoce absolutamente nada sobre vinos, cualquier botella (o incluso garrafa) será lo suficientemente buena como para considerarla óptima para el paladar, y así podría ir uno por la vida pensando que cualquier sabor es igual sin contraste entre la cepa o el lugar de origen de la botella consumida. Sin embargo, cuando comienzan a notarse las sutilezas en la prueba, justo en ese momento es cuando podrá comenzarse a hacer una crítica mucho más audaz y argumentativa para, de esa manera, al encontrar una botella de buena cosecha, con una combinación de uvas perfectamente equilibrada, y demás condiciones que permiten que un vino sea considerado excelente, ya no será apreciado solamente por su exorbitante precio o la crítica que los demás han hecho de él sino que, ahora, podrá saborearse un universo exquisito de toques delicados y diferenciadores que sin el previo adiestramiento del paladar nunca se hubiera logrado alcanzar. Este aparente desequilibrado ejemplo simplemente quiere poner de manifiesto la necesidad de conocer para apreciar. Los mayores placeres de la vida normalmente implican un esfuerzo de nuestra parte y aún y cuando yo me considero partidario de pensar que éstos se encuentran en los más comunes detalles, también es cierto que no podemos pensar que lo más hermoso será apreciado de tal manera si antes no tenemos un rango para compararlo.
Y justamente en ese punto estaba pensando cuando me referí a que no es un refinamiento cuando los gustos de una persona se vuelven más selectivos, realmente siento que el mismo gusto que tenía cuando niño es el que ahora tengo cuando leo un libro o escucho una sinfonía, la gran diferencia es que mi rango de comparación se ha vuelto grande como para poder discernir entre lo sublime y lo pedestre. Y con ello no quiero decir que soy el juez de lo bien hecho y lo mal hecho, todo lo contrario; discernir entre aquéllo que está elaborado con facilidad y pensado para que las personas con el mínimo conocimiento técnico y con la menor sensibilidad pueda apreciarlo y aquéllo que el autor elabora para poder externar sus sentimientos de manera hermosa y, así, poder compartir la voluptuosidad de su visión de vida a través de una obra de arte es simplemente el punto de partida para acercarnos a lo más hermoso que existe en este mundo. Mi aproximación a la música clásica es reciente, puedo decir que en comparación a muchas personas que conozco, desgraciadamente pocas en persona, soy un neófito intentando adiestrar el oído a diferenciar interpretaciones y visiones. En la literatura tengo más tiempo y, aún así, puedo afirmar que tendría que releer cada semana todo lo que he leído en mi vida para poder ir agregando cada conocimiento nuevo que obtengo de mis maestros y, muchas veces, de personas con las que converso, a mi visión literaria y así poder encontrar más detalles que, tal vez, en el momento en que leí la obra no pude apreciar. Ha pasado ya tiempo desde que Stephen King y la Guía para la Vida de Bart Simpson dejaron de ser mis objetos de culto literarios, ya van años desde que mi conocimiento musical pasó de los Backstreet Boys y Lenny Kravitz, pero no seré como aquellas personas que dicen: -Ah, esas porquerías me gustaban porque era un niño idiota pero ahora soy lo máximo y puedo decir que lo detesto-, ciertamente puedo disfrutar aún leyendo a King o escuchando un solo de guitarra de Kravitz, pero la gran diferencia es mi apreciación hacia ello. Mi deleite no me hace pensar que es un manjar, así como reconozco que no es lo mismo tomar una Coca Cola a una botella de Pinot Noir del Rioja cosecha 1998, no es lo mismo, pero disfruto de ambas bebidas. Y creo que eso es algo que deberíamos comenzar a notar, está bien consumir Harry Potter, Crepúsculo, y demás libros que seguramente están siendo escritos al mismo tiempo que yo tecleo estas palabras y que dentro de unos años serán los nuevos fenómenos literarios y fuente de ingresos estilo Santo Grial para las editoriales. Está bien, es agradable consumirlo, así como es agradable escuchar a Avril Lavigne o a Katy Perry (personalmente me permito escucharlas de vez en cuando con un gusto enorme) pero debemos saber que no es un manjar, que hay deleites que sólo pueden alcanzarse más allá de una apreciación primera que nos indique que es lo mejor que podamos llegar a apreciar en nuestra vida. Para mí, y esto es una visión personal, me ha llenado los ojos de lágrimas escuchar La Mer de Debussy mientras imagino un mar sentimental y retrato la visión de un francés en la montaña componiendo dicha obra, me he sorprendido leyendo a Homero y darme cuenta que desde hace ya muchos siglos existían personas que podían retratar su realidad con tanta belleza, y así podría seguir citando ejemplos pero ya me alargué mucho. Ojalá cada vez más podemos llegar a apreciar la sutileza de lo sublime y lo importante que puede llegar a ser nuestro juicio.

martes, 24 de febrero de 2009

Bestial y obsesivo

Así considero la que, pienso, es la realidad constante en la mente de cada persona. Un cúmulo de presiones nos intentan devorar cada día y podemos responder de dos maneras: Bestial, empleando la fuerza, los gritos, la ira, el enojo o incluso una pelea para poder defender lo indefendible, o dos, obsesiva, poniendo nuestros pensamientos y esfuerzos en una cosa intrascendente que va en contra de todo aquéllo que solemos predicar pero que, en cierto momento, logró introducirse en nuestro subconsciente pervirtiendo nuestro dogma de vida y atacando a todo aquéllo que considerábamos sublime. A pesar de que el inicio de este post suena como desahogo de adolescente sin amor, la realidad es que poco a poco le he ido dando forma en mi cabeza a unas cuantas hipótesis de convivencia humana que, de poder entenderlas, podrían servirnos para cometer menos errores e intentar mejorar nuestro entendimiento del individuo de enfrente no como un igual, sino como un universo complejo que simplemente se rige por las mismas leyes mentales que nosotros. Mi primer propuesta, a fuerza de que alguien pueda refutarme lo que digo, es observar un caso hipotético muy sencillo. Pensemos en un individuo que es muy caballeroso y cada vez que su novia está a punto de subir al auto se apresura a abrirle la puerta, pensaremos, con justa razón, que cualquier mujer (normal) agradecerá el gesto y pensará que es tierno y caballeroso el muchacho con el cual está saliendo. Así pues, el joven lo sigue haciendo por meses y, necesariamente, después de un tiempo la mujer dejará de notar que es una acción de caballerosidad y simplemente se limitará a subir al auto sin agradecer. Pasando un tiempo aún más considerable, la mujer dejará incluso de notar el gesto y lo considerará algo que es responsabilidad del muchacho que lo hace, todo esto desde un punto de vista subconsciente por supuesto. Si el muchacho deja de tener este detalle con su novia por, digamos, tres días consecutivos, inmediatamente la mujer se sentirá aludida y, en ese u otro momento, necesariamente recriminará al individuo: "Es que ya ni siquiera me abres la puerta...." bla bla bla. Bueno, pensemos en un caso totalmente contrario, un muchacho, llamémosle muchacho B para no confundir, jamás fue educado en las artes de la caballerosidad, por lo que nunca abre ni cierra la puerta de ningún lugar a la novia que lo acompaña, la mujer evidentemente, como nunca ha estado acostumbrado a hacerlo, será muy difícil que pueda reclamarle al muchacho B su falta de caballerosidad. Pero si por algún motivo, en una epifanía de buenos modales, el individuo B decide abrirle la puerta a dicha mujer en una que otra ocasión muy eventual seguramente dirá: "Aaah me abrió la puerta, es un gran sujeto, que galante". Y estoy seguro que será mucho más apreciado por esas contadas veces que el individuo que lo hizo durante meses y falló durante unos cuantos días. Apliquemos este criterio a cualquier otro ejemplo, un individuo que diario lleva flores y otro que solo lo hace muy de vez en cuando, alguien que se preocupa por una persona y otro que solo lo hace cuando no tiene nada que hacer, etc.
Basado en esto es que me atrevo a afirmar que, para un ser humano, las acciones positivas no son realmente preciadas sino cuando son efectuadas muy de vez en cuando, y en el momento en que a un idiota se le hacen costumbre los detalles y cosas que no cualquier individuo haría, todas esas cosas pasan a ser parte de algo necesario e indispensable, ya no apreciable, pero sí obligatorio. Por el momento no tengo tiempo de seguir pero espero poder seguir publicando por este medio otras ideas que, espero, alguien pueda compartir o refutar ya que el debate y diálogo es la sazón de mi vida.

viernes, 13 de febrero de 2009

Poniendo a los atonales en su atonal lugar...

Hace unos meses me dediqué a buscar información sobre la personalidad de Phillip Glass, individuo al cual desprecio como deben despreciarse los pretenciosos arpegiosos que sólo saben elaborar música con acordes de C, D y, a lo mucho, de G de séptima, empecé a recopilar datos sobre muchos lugares en dónde había estudiado y, parece ser, a pesar de que nuestros oídos nos convenzan de lo contrario, que el muchacho era un virtuoso y tiene muchos estudios. Sólo escuchaba elogios hacia el despeinado y miope, en todos los sentidos en que puede tomarse tan aclarecedora palabra, músico norteamericano, parecía que el Soundtrack de "The Hours" era la mayor creación de música académica en la historia de la humanidad, por lo menos, para la gran mayoría de la gente. En mi búsqueda de repente me topé con un blog, saludos Mr. Lombreeze, en el cual pude ver que no estaba solo en el universo en mi poco aprecio hacia la música complaciente y de fácil elaboración del creador de "Einstein On The Beach". Eso fue un empujón para la elaboración de este post, que será una crítica, como la mayoría de las cosas que hago en mi vida, hacia los músicos contemporáneos que se han encargado de terminar de alejar al pueblo de un arte tan maravilloso como puede llegar a ser la música clásica. No sé en que momento, bueno, sí sé pero no entiendo por qué, llegamos al punto en que un idiota manoteando en un piano puede llegar a considerarse "un gran artista". Y en ese aspecto no hablo de Glass, el sólo es un minimalista que complace a las masas con sonidos iguales en violín, piano y cualquier instrumento que use, repitiendo acordes hasta el hartazgo incrementando el volumen de su interpretación para darle "caché y espectacularidad" a su música. Glass es criticable, pero los demás individuos que tienen esa tendencia a hacer porquerías, léase Schonberg, Berg, el mil veces risible John Cage, Reich y así podría seguir toda la noche, tómese en cuenta que no me refiero a toda la obra de los mencionados sino a porquerías como el Pierrot Lunaire y la celebérrima 4´33´´, son un ataque frontal y directo hacia el respeto por el la música y el arte en general.
No me imagino al amadísimo Ludwig van escuchando que muchos de ellos lo mentan como fuente de inspiración, yo creo que incluso llegaría a los tribunales para que estos muchachos se retractaran de tan horrible aseveración, o a Franz Liszt viendo a Cage metiéndole mil porquerías al piano para incrementar las posibilidades. Hasta el día de hoy aún no he conocido a alguien que me diga que disfruta escuchando ese tipo de porquerías y, partiendo de ahí, se puede notar que el objetivo de la música, deleitar por medio de la expresión de sentimientos de manera bella o, al menos, esa es mi concepción sobre ello, ya se está yendo directamente a la basura. Lo único que agradezco es que siguen existiendo maravillosos intérpretes y directores de música clásica que intentan resaltar la belleza de este género con interpretaciones llenas de pasión y con un toque personal que hace parezca que las estamos escuchando por primera vez, Barenboim en el piano y dirigiendo, Anna Netrebko como una soprano espectacular, Gustavo Dudamel sacando el orgullo latinoamericano con su disco Fiesta y haciendo una interpretación de la 5ta de Mahler que es ahora de mis favoritas, Anne Sophie Mutter, Lang Lang interpretando a Chopin, aunque obviamente en gustos se rompen géneros, y así podría continuar por horas horas y horas. Seamos sincero gente que comparte el planeta con un servidor, ¿Realmente puede compararse lo que sentimos cuando escuchamos una sinfonía de Shostakovich a cuando escuchamos una pieza para piano y voz de Cage? ¿Realmente podemos afirmar que lo que intentó cambiar Debussy, Beethoven, Mahler o, incluso, llegando hasta Bach, es algo que está totalmente agotado? ¿Podemos sentirnos tan maravillosos como para pensar que necesitamos destrozar los cánones porque ya todo está dicho y no podemos hacer más con el método convencional? En mi humilde opinión, el talento se ha acabado y se ha disfrazado de estudios variados, esfuerzo académico pero con una pasión y un espíritu totalmente perdido.

jueves, 12 de febrero de 2009

Salve Carlus Darwinus Rex Scientificorum (a través de una anécdota de Mendel jeje)

A pesar de que la mayoría de los detalles de mi vida son desconocidos, incluso, para las personas que más trato tienen conmigo, una de las fascetas que más se esconde de mi pasado y que incluso contadísimos, diría, más bien, que nadie con quien aún tenga una relación cercana puede jactarse de saberlo, ya que el olvido ha entrado en funciones a mi corta edad y hace que los detalles de mi niñez ya no sean mencionados dado que han pasado a ser anécdotas que pocas veces se hacen presentes, es que en algún momento de mi paso por la educación primaria tuve una obsesión por la biología. Suena extraño o incluso triste, sí, como muchas otras cosas, pero recuerdo perfectamente que cuando era niño me fascinaba hablar sobre los científicos, enfocados especialmente en biología y ciencias genómicas, y que en cuanto conocí a dos personas me resultaron totalmente maravillosas. Anton von Leewenhoek (espero escribirlo bien ya que no suelo googlear los detalles que no recuerdo para ser más eficaz en mis posts, ahí recide el hecho de que varias veces se puedan encontrar errores en la relación de datos jeje) el llamado padre de los microscopios, era un muchacho hijo de talladores de vidrios para reloj entonces se aficionó porque seguramente su vida era muy aburrida, y el otro, destacado en mi panteón de ídolos juveniles, fue el muchachón llamado Gregor Johann Mendel, mi máximo ejemplo a seguir. Mendel era un monjecillo bastante ocioso que a falta de mayor devoción y al haber leído la mayoría de los libros de su monasterio, imaginemos que al señor le gustaba leer mucho suponiendo que terminas con el acervo de unos monjes ladrones que tienen miles de incunables, decidió ponerse a analizar los chícaros (sic) que se encontraban en el jardín del lugar. Pasaron años y a Mendel se le ocurrió empezar a cruzar diferentes clases de chícharos, para mí todos son iguales pero bueno, sí, hay diferentes clases, para ver como iba cambiando conforme las cruzas se volvían más y más locas. Sus estudios generaron una completísima observación sobre las leyes de la herencia que podían tomarse para casi cualquier organismo, pero pues era un monje que no iba, por supuesto, a publicar sus estudios ni nada por el estilo, así que al morir toda esa información se perdió durante mucho tiempo hasta que unos muchachos científicos empezaron a estudiar más "científicamente" la genética y justo antes de llegar a conclusiones dieron, según recuerdo la historia aunque por supuesto no soy muy fiable, con los documentos de Mendel dándose cuenta de que todos sus estudios y más ya habían sido descifrados por un monje décadas antes. Pues bueno, para no hacer el cuento largo ahora se le considera El Padre de la Genética (sí, con mayúsculas) y sus estudios siguen vigentes aún como base de los estudios y avances genómicos y genéticos. Sí, un monje jardinero ocioso. No sé si yo era un ser extraño pero esa historia me apasionó tanto que incluso comencé a comprar muchos libros de Mendel y demás cosas raras para un muchacho inverbe de mi edad. Pero bueno, la fiebre por Mendel (¡Viva!) en cierto momento me llevó al padre, ya no sólo de la genética, sino de LA BIOLOGÍA. El seleccionador natural Charles Darwin quien el día de hoy cumple 200 años de su nacimiento. Hablé tanto sobre Mendel para ejemplificar como una persona insignificante puede lograr tanto cuando tiene astucia, inteligencia y piensa en asuntos y detalles aparentemente inútiles que puedan ilustrar puntos que nos habían pasado desapercibidos. Como Mendel, Darwin tomó unas islillas abandonadas y casi vírgenes para usarlas como fuente de su investigación y para poder hacer comparaciones entre las especies de manera que, poco a poco, fue dándole forma a una teoría que, si aún no es totalmente aceptada, imaginen la reacción que tuvo la gente de su tiempo al escucharla. Selección natural, evolución, adaptación, circunstancias locales que condicionan a una especie a cambiar a desaparecer son unos de los cuantos temas que ahora son considerados indiscutibles pero que antes de Darwin nadie había podido plantear de manera tan extraordinaria como lo hizo éste en "El Origen de las Especies" (libro odiado por la mayoría de los que se vieron obligados a leerlo en secundaria pero que, sugiero, puedan darle una hojeada ahora que sus mentes son más, aparentemente, maduras para poder darse cuenta que realmente puede ser delicioso leer lo que escribió un viejito barbudo y gruñón). Hoy se celebran 200 años de un hombre que, si no me equivoco, está en el infierno dado que sigue en la lista de excomulgados por la iglesia católica como Papini, Hobbes y muchos más.
Gracias Charles por todo lo que nos legaste, por el conocimiento y el ímpetu de búsqueda de algo nuevo, si bien te tenía mucho más presente cuando era joven, también es cierto que siempre que leo algo sobre tí lo hago con una sonrisa, espero que el infierno no sea muy caliente, pero creo que puedes sentirte satisfecho por la repercusión que has logrado con tus palabras, de nuevo, infinitas gracias.
 


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